Manuel Hidalgo
Sobre la libertad, el individuo y las pasiones
Cualquiera puede tener un trato personal con un gran cineasta desde el momento en que ve, aprecia y estudia sus películas. Así me sucedió con Luis García Berlanga desde mi adolescencia.
Sin embargo, esa relación se hizo más estrecha y fructífera a partir de 1980, cuando, en compañía del también crítico Juan Hernández-Les, mantuve con el director durante meses multitud de entrevistas con destino a un libro que después publicamos, “El último austro-húngaro. Conversaciones con Berlanga” (Anagrama, 1981).
Ahí nació una amistad, un contacto relativamente frecuente –con altibajos–, que se prolongó durante tres décadas y que tuvo otra etapa álgida cuando, con su consentimiento, el productor Andrés Vicente Gómez me encargó, en los años 90, la versión definitiva del guión de la que iba a ser –y no fue, por causas financieras y otras– la cuarta película del Marqués de Leguineche y de la “saga nacional”, que yo titulé, con su aprobación, “¡Viva Rusia!”.
Dicho esto, paso a exponer con brevedad y esquematismo algunas ideas y planteamientos de Luis Berlanga que me han hecho reflexionar a lo largo del tiempo.
– La apuesta visceral por la libertad. Sea posible o no, la tengamos o no, lo mejor que poseemos es la oportunidad de luchar por sacar adelante nuestra libertad personal, por vivir libres. Nuestro adversario, si lo hubiere, es quien intenta atarnos o nos ata.
– Sea cual sea nuestro compromiso con los demás, con lo colectivo, lo importante es nuestra condición de individuos y, por tanto, impulsar nuestra individualidad y tratar de satisfacerla sin hacer daño a nadie.
– Es fundamental seguir y cumplir las propias pasiones. Nuestras pasiones son lo más íntimo y personal que tenemos. Es preciso atenderlas con el mejor criterio que cada cual tenga a su alcance.
– Esas pasiones –que, a veces, Luis Berlanga situaba en “las tripas”– no son necesariamente “ciegas” –como adjetivan automáticamente algunos–, sino que son portadoras de ideas y nos señalan soluciones y caminos. Las tripas también piensan.
– El hombre es capaz de actitudes nobles y grandes, pero la condición humana no es ajena a numerosas miserias. No hay que negarlas. Debemos aceptar nuestras miserias y comprender las de los demás. No se puede ser maniqueo. Salvo en el caso de personas notoriamente malvadas, las miserias humanas están detrás de muchos comportamientos. Sean o no razones para una acción determinada, debemos entenderlas como “razonables”.
– La vida no es un paraíso, desde luego. El diagnóstico que podemos hacer sobre el individuo y la sociedad puede ser pesimista. Pero, para que ese pesimismo no nos anegue, haremos bien en disponer de deseos y en perseguir su satisfacción. Una posición hedonista, a favor del placer, ayuda a la supervivencia, y los frutos que se obtengan con ella sirven para compensarnos de la desesperanza, el malestar, la injusticia y otras desventuras.
Manuel Hidalgo, 2012 (*)
(*) Manuel Hidalgo (Pamplona, 1953) es periodista, crítico de cine, novelista y guionista.