Concha Velasco

Tu monstruo vestido de fucsia

Mi amiga Margarita Lozano me dijo que Berlanga necesitaba una jovencita para su película “Esa pareja feliz” y allí que me fui. A La Moncloa, donde estaban rodando exteriores, y, vamos, ni me miró. Él tenía obsesión por las italianas. A lo largo de los años su cine me siguió conmocionando, enamorando y fascinando. Le veía de lejos, cada vez que le premiaban. Veía sus películas una y otra vez. “Plácido”, “El verdugo”, “Bienvenido, Mr. Marshall”, por supuesto, “Los jueves, milagro”, mi favorita, “Calabuch”, otra favorita, aunque a él no le gustaba… “La vaquilla”, copiada y recopiada por los americanos, “La escopeta nacional”…

Total, que me hice amiga de su familia y descubrí en su mujer María Jesús a una amiga entrañable. Es muy difícil ser la esposa del maestro Berlanga. Así que gracias a ella conseguí que Berlanga me fuera a ver incluso al teatro. Pero de contratarme para trabajar con él, nada de nada. Me decía cosas como «tú no eres lo suficientemente monstruo para trabajar en mi cine», y yo me decía: «¿a qué se referirá, a que no soy buena actriz, a que no soy fea? Porque Mónica Randall es muy guapa, Amparo Soler Leal es muy buena actriz… ¿qué le pasará conmigo?».

Pero si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma. Y llega “París-Tombuctú”… Me lo encuentro comiendo con Jordi García Candau en el restaurante Currito de la Casa de Campo de Madrid. Me acerco a su mesa y le digo: «tengo que trabajar en esta película, de lo que sea, de señora de la limpieza, de meritoria…», y me dice que está en tratos con una italiana, Stefania Sandrelli. Y yo le digo: «pero hombre, ésa no es un monstruo»; y me responde: «no, pero mucho más guapa que tú». Entonces vuelvo a María Jesús, y me dice:»¿sabes cómo le vas a conquistar, que ya le tienes casi ganado? En las pruebas que va a hacer en Cornejo ponte todo de color fucsia».

Y así me presento en Cornejo, hasta las bragas de color fucsia. Total, que hice “París-Tombuctú” y fue una experiencia inolvidable donde aprendí el talento que tenía el maestro para no descuidar a ninguno de sus actores en esos largos y maravillosos planos secuencia mientras tomábamos arroz en ese microclima, como él lo llamaba, de su queridas tierras valencianas.

Querido Luis, donde quiera que estés, gracias por haberme brindado la oportunidad de cerrar tu cine de manera tan excepcional y aquí tienes y tendrás para siempre a tu monstruo vestido de fucsia.

Concha Velasco, abril de 2012