El cuento que quizás escriba algún día

No sé si me piden este prólogo por mi cargo de director de la colección “La Sonrisa Vertical”, o por considerarme erotómano mayor del reino, como me define algún amigo. En todo caso, cumplo con mi deber no sin cierta inquietud, ya que, ofreciéndose este libro como exaltación jubilosa del verano, se supone que debería unirme con entusiasmo cálido (y nunca mejor dicho) a los gozosos relatos que transcurren entre playas, bikinis, concupiscentes oleajes, inextricables selvas, calurosos y exiguos cuartos, islas exóticas, ciudades turísticas y blanquísimas azoteas. Relatos que se desarrollan todos, en suma, durante el verano, ese periodo estival que es normalmente tiempo de vacaciones y que, a mi parecer, genera siempre el apagado estremecimiento del bostezo.

Confieso que mis ya casi olvidadas erecciones no han estado nunca provocadas por desnudeces atractivas tostándose bajo un sol que sólo me ha ofrecido sudores y melanomas cutáneos. Podría confirmar este rechazo una vieja idea, la que vertebra el cuento que quizás escriba algún día. En ese cuento, el protagonista encuentra a una hermosa mujer en el escenario de una playa nudista, y, a partir de un cruce de miradas, toda la pasión del personaje masculino se concentra en realizar denodados esfuerzos para lograr vestir a la mujer, calzarla, adornarla con toda la panoplia fetichista de la seducción, partiendo de la idea de que el atuendo es un posible generador del goce orgásmico, y para buscar un escenario alejado de la arena en que los dos se han conocido.

Pero de pronto me doy cuenta de que la aventura del protagonista de mi historia nace en una playa. Sin el ambiente veraniego nada habría sido posible. Así pues, que a nadie le extrañe que estas líneas mías precedan a la luminosidad estival de estas narraciones tórridas que disfrutarán, sudorosos o no, nuestros lectores.

Luis García Berlanga

Madrid, marzo de 2002

* Prólogo de “Cuentos eróticos de verano”. Tusquets Editores, Barcelona, 2002.

Año

2002


Idioma

Español