Lucas Soler

Berlanga, una vida de cine

La Historia del Cine no puede entenderse sin la decisiva aportación de Luis García Berlanga, una de las figuras fundamentales de la cultura española del siglo XX, no sólo por el valor de cada una de las películas que conforman su filmografía y por su dilatada trayectoria como cineasta, sino también por su activa labor como promotor de muy diversas iniciativas sociales, artísticas y literarias. El cine de Berlanga, con su ácida y mordaz visión de la realidad social de su época, es parte importante de la identidad cultural española contemporánea y contribuyó en su momento a impulsar a nuestro país hacia los cauces de la modernidad. Más allá del privilegiado lugar que ocupan dentro de la cinematografía española y de su contexto histórico y social, las películas de Berlanga adquieren una dimensión más amplia y universal, por sus lúcidas reflexiones sobre la libertad y la condición humana, para situarse entre las más significativas contribuciones a la historia del cine mundial.

Ya desde sus inicios profesionales, Berlanga fue inmediatamente reconocido por la crítica de su época como uno de los cineastas más prometedores y con más talento del cine español, como puede comprobarse en Esa pareja Feliz (1951), una mordaz y original comedia que dirige junto a Juan Antonio Bardem. No tardaría el joven director valenciano en alcanzar el reconocimiento internacional. En 1953, dirigiendo ya en solitario, Berlanga presenta en el Festival de Cannes Bienvenido, Mister Marshall (1952), que fue muy bien acogida por la crítica especializada por el peculiar sentido del humor, el gusto por la sátira costumbrista y la fina ironía que destilaba cada una de las escenas de la película. Bienvenido, Mister Marshall no obtuvo la Palma de Oro y tuvo que conformarse con el Premio a la Mejor Comedia, pero el segundo largometraje de Berlanga ha quedado como uno de los inolvidables clásicos del cine de todos los tiempos y como una de las películas españolas más tiernas, humanas y que mejor retrata los sueños personales y las esperanzas colectivas de todo un pueblo durante los años en los que nuestro país empezaba a abrirse al mundo.

A partir de entonces, las películas de Berlanga fueron alcanzando el favor del público y obteniendo premios y reconocimientos en los festivales internacionales de cine, como Calabuch (1956) en el Festival de Venecia o Plácido (1961), que fue nominada al Oscar de la Academia de Hollywood. Convertido ya en uno de los principales renovadores del cine en español de la posguerra, Luis García Berlanga dirigió El verdugo (1963), que ha sido considerada por muchos críticos y cineastas como una de las mejores películas españolas de todos los tiempos, rivalizando en esa consideración con Plácido. El verdugo obtuvo numerosos galardones, entre ellos el Premio de la Crítica del Festival de Venecia, y acabó por consagrar definitivamente a Berlanga como uno de los grandes cineastas europeos. Incluso en las películas que no alcanzaron tantos premios ni reconocimientos internacionales, como Novio a la vista (1954), Los jueves, milagro (1957) o ¡Vivan los novios! (1970), Berlanga mantiene siempre su visión lúcida e irreverente de la realidad social de nuestro país, pese a la sombra siempre presente de la censura. Sin embargo, el cine de Berlanga no sólo se define por la causticidad y la ironía con la que aborda la crítica de costumbres de la sociedad española, como se refleja ya con mayor claridad durante la transición democrática en la trilogía conformada por La escopeta nacional (1977), Patrimonio nacional (1980) y Nacional III (1982) o posteriormente en La vaquilla (1985), Moros y cristianos (1987) y Todos a la cárcel (1993). También plantea una reflexión humanista que trasciende la sátira social y aborda cuestiones como el fracaso y la indefensión del individuo ante la sociedad o la imposibilidad de vencer la muerte y la soledad. Estas reflexiones quedan patentes en películas menos celebradas y más atípicas dentro de su filmografía, como La boutique (1967), Tamaño natural (1973) y fundamentalmente en la agridulce París Tombuctú (1999), su último largometraje, que fue definido por Berlanga como su testamento cinematográfico.

Pese a su gusto por el alegre esperpento y el disparate cómico, el cine de Berlanga tiene una lectura más profunda y amarga, menos complaciente, que se sustenta en las desencantadas reflexiones existenciales del propio cineasta. Además de su indiscutible talento y oficio como director y de su maestría en el dominio de todos los registros de la comedia, la profunda humanidad que refleja Berlanga en cada una de sus películas ha sido fundamental para que sea considerado como uno de los grandes figuras de la historia del cine no sólo por la crítica y los estudiosos de nuestro país sino también más allá de nuestras fronteras. En una votación celebrada entre la crítica internacional presente en el prestigioso Festival de Karlovy Vary en 1973, Luís García Berlanga ya fue escogido entre los diez directores de cine más importantes de todos los tiempos.

Reconocimientos, docencia e iniciativas a favor del cine español

El valor de su obra cinematográfica no sólo ha sido premiado por los grandes festivales de cine como Cannes, Venecia, Montreal y Berlín, sino que también ha sido destacado en los principales premios que se conceden en España y Europa. Desde principios de la década de los ochenta, la figura de Luis García Berlanga no dejó de ser reconocida con numerosas distinciones oficiales y académicas. Entre las más importantes figuran el Premio Nacional de Cinematografía en 1980, la Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1981, la Orden de Commendatore al Mérito de la República Italiana en 1982 o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1986. Su magisterio dentro del cine español fue puesto en relieve en numerosas ocasiones por nuestras principales instituciones académicas y culturales, puesto que Luis García Berlanga era académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y doctor honoris causa por diversas universidades españolas.

Al margen de la dirección de sus películas, Berlanga mantuvo una destacada labor docente. Además de formar parte de la primera promoción del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, junto a Juan Antonio Bardem, fue uno de los más apreciados profesores de la Escuela Oficial de Cine desde 1958 hasta poco antes de su desaparición, a principio de la década de los setenta. Sus clases son aún recordadas por directores ya consagrados del cine español actual como José Luis Borau, Carlos Saura, Manuel Gutiérrez Aragón o Mario Camus.

En la única ocasión que ocupó un cargo público, Luis García Berlanga se reveló como un gestor emprendedor e infatigable. En 1979, durante el gobierno de la UCD, el entonces director general de Cine, José García Moreno, le nombró presidente de la Filmoteca Española, un cargo por el que Berlanga apenas cobraba y que en un principio tenía un rango más honorífico que ejecutivo. Sin embargo, Berlanga no quiso conformarse con disfrutar de las prebendas de una distinción honorífica y se entregó activamente al objetivo de ampliar los fondos de la Filmoteca y de incentivar la recuperación, conservación y difusión del hasta entonces disperso y mal conservado patrimonio fílmico español.

En 1986, cuando se creó la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, todos los profesionales de la industria del cine apoyaron el nombramiento de Luís García Berlanga como presidente de honor de la institución. Era el justo reconocimiento a su indiscutible magisterio y autoridad dentro del cine español por parte de sus compañeros de oficio.

Si el trabajo realizado por Berlanga a favor de la recuperación y conservación del patrimonio fílmico español fue fundamental a principios de los años ochenta, su implicación en la promoción del cine valenciano y en la creación de una industria audiovisual en la Comunidad Valenciana estuvo impulsada por su compromiso con el fortalecimiento y la consolidación de la presencia española en los principales foros cinematográficos internacionales. A mediados de los ochenta, Luis García Berlanga fue uno de los principales promotores de la Filmoteca Valenciana y del actual Instituto Valenciano de las Artes Audiovisuales y la Cinematografía (IVAC), que puso en marcha y dirigió su gran amigo Ricardo Muñoz Suay. También fue decisivo su papel en el desarrollo y puesta en marcha de la Ciudad de la Luz, puesto que fue suyo el proyecto de crear unos grandes estudios de cine en la Comunidad Valenciana. Como muestra de agradecimiento a toda esta labor, la Generalitat Valenciana le concedió en 2008 la Gran Cruz de la Orden Jaume I El Conqueridor que se unía a la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana otorgada en 1993. También en 2008, la Generalitat aprobó que la renovada sala de proyecciones del edificio Rialto, sede de la Filmoteca del IVAC, llevase el nombre de Luis García Berlanga.

Pese a su intensa labor cinematográfica, Berlanga siempre mantuvo una intensa relación con la literatura, que se reflejó de muy diversas maneras. En 1996 rodó una serie televisiva encomendada por Televisión Española sobre la vida del novelista Vicente Blasco Ibáñez, cuya trayectoria personal y política tanta relación e influencia tuvo con la familia Berlanga a principios del siglo XX. Bibliófilo y erotómano confeso, Berlanga también tuvo una decisiva participación, junto a Beatriz de Moura, en la creación en 1977 de la colección de narrativa erótica y del Premio “La Sonrisa Vertical”, que publicaba la editorial Tusquets.

No resulta fácil valorar la inmensa influencia que ha tenido Berlanga sobre el cine y la cultura de nuestro país e incluso sobre la propia sociedad española. De hecho, el director valenciano es uno de los pocos creadores que cuenta con el honor de haber acuñado un adjetivo calificativo, el neologismo “berlanguiano”, que José Luis Borau ha propuesto incorporar a futuras ediciones del diccionario de la Real Academia Española, ofreciendo ya su definición: “Propio y característico de Luis García Berlanga, o que tiene semejanza con el estilo de las obras de tal cineasta”. Aunque aún no sea un vocablo aprobado, el adjetivo “berlanguiano” ha trascendido la figura y la obra de Berlanga para introducirse en el español como término coloquial que define todo tipo de situaciones cotidianas entre surrealistas, absurdas y tragicómicas.

Son también muchos los tópicos, las leyendas y las anécdotas que ha generado la compleja y contradictoria personalidad de Luis García Berlanga no sólo como cineasta, sino también como ser humano. El propio término “berlanguiano” se ha utilizado en muchas ocasiones para definir las experiencias personales de Berlanga, así como sus gustos, creencias y opiniones. Pese al carácter caótico, desordenado y anárquico que siempre se le ha atribuido, pese a su declarado anhelo de consagrarse a la indolencia, Berlanga siempre se tomó muy en serio su trabajo de cineasta, como pueden testimoniar todos aquellos que trabajaron a sus órdenes. Tras su supuesta inclinación por la improvisación, se escondía en realidad un creador meticuloso, perfeccionista y reflexivo, que meditaba cada uno de los planos de sus películas y de su puesta en escena.

Algo desconfiado y escéptico sobre el valor de los premios, homenajes y reconocimientos públicos, Berlanga siempre intentó minimizar, a través de su irónica socarronería y de su compleja sencillez humana, su papel protagonista en el cine europeo del siglo XX. Pese a sus esfuerzos por despistar y pasar desapercibido como un figurante sin diálogos en uno de sus célebres planos secuencia, pese a su manifestado deseo de alcanzar la invisibilidad, Berlanga es uno de los personajes centrales no sólo de la cultura española contemporánea sino también de la escena cinematográfica mundial. En ese sentido, Berlanga Film Museum nace con el afán de seguir manteniendo bien presente y visible la figura de Berlanga en el contexto del arte, la cultura y el cine y de difundir internacionalmente su obra.

Lucas Soler, Valencia, 2012