Mi reino por la juventud

Novio a la vista (1954)

MI REINO POR LA JUVENTUD

Como si fuera una película de Ersnt Lubitsch, Novio a la vista comienza con una sugerencia, cuando observamos el torso de una mujer abrazada a un hombre, de quien sustrae un sobre que pronto, mediante una elipsis, caerá en manos del ejército enemigo. Estamos en Europa, en 1918. Es el último año de la Primera Guerra Mundial, pero en esta película de mediados de los cincuenta, la contienda que más preocupa es otra: la batalla campal que librarán adultos y niños en un pueblo costero español, en pleno verano.

Basada en un argumento de Edgar Neville y escrita por el propio Neville, Berlanga, Juan Antonio Bardem y José Luis Colina, Novio a la vista (Luis García Berlanga, 1954) parece ser una película de estilos plurales. Y, de hecho, es también una película coral. Novio a la vista comienza fijándose en aquella Europa que se desintegraba a principios del siglo XX, pero pronto traslada su interés a una España veraniega y playera. En la vacacional Benicàssim es donde Enrique pasa sus días de asueto, aunque en realidad debería centrarse en los estudios, pues ha suspendido el examen de junio. Enrique, sin embargo, no es el protagonista absoluto de la película, sino que lo es el conjunto de la fauna que veranea en aquel Benicàssim de 1918. Novio a la vista se fija en los detalles costumbristas: en los bañadores de conjunto, a rayas; o en las butacas de mimbre sobre la arena. Y escruta también otros hábitos, los de una sociedad aparentemente ociosa, pero también viciada, proclive al chismorreo y al enaltecimiento de los más insignes representantes de las clases altas. El ambiente que retrata Novio a la vista, el de un Benicàssim donde descansa el señorío, no está de hecho tan lejos de aquellos lugares habitados por la aristocracia y las nuevas grandes fortunas sobre los que Lubitsch posaba su cámara.

Las distancias entre unas clases y otras se manifiesta desde el comienzo de Novio a la vista, cuando todo un séquito escolta a un niño de bien que se planta ante sus examinadores. “Dígame algo sobre la dinastía de los Borbones”, le preguntan. A lo que él responde: “…Carlos III, Carlos IV, Ferando VII, Isabel II, Alfonso XII… y papá”. Es evidente que, después de esta exhibición de linaje, el pobre Enrique, un chico cualquiera, no tiene nada que hacer en el examen. La escena, sin embargo, no es solo genial por el diálogo, sino por la manera en que Berlanga oculta el rostro del chico rico y evidencia la corte (todos adultos) que le rodea. De nuevo, la sofisticación y el gusto por la sugerencia parecen evocar a Lubitsch, en una escena que, además, expone uno de los temas de la película: la relación entre el pequeños y mayores.

En Benicàssim, Enrique se fijará en Loli; aunque la familia de ella tiene otros planes: casar a la chica con un ingeniero. Los planes de los adultos desatarán la revolución de los jóvenes. Y aquí es cuando la película olvida de repente su escenario y su tono, el del hotel playero, el de las habladurías y el de la comedia sofisticada, y se precipita hacia la comedia de aventuras. Jóvenes y adultos se enzarzarán en una batalla tremendamente física: y los más pequeños se atrincherarán en un castillo con una munición de piñas que lanzarán al enemigo. De fondo, resuena todavía otro conflicto: el que se está librando en el viejo continente.

Novio a la vista trata del paso del tiempo, y expone de manera entrañable un alegato de la infancia y del juego. Sin embargo, el tiempo finalmente pasa, y cuando, después del verano, Enrique vuelva al colegio, suspenderá de nuevo el examen, pues la Europa que estudió se ha estado desintegrando y ha cambiado. La película traspira este paso del tiempo: no solo los mapas de las fronteras han cambiado, sino que el clima se ha enfriado, y el romance veraniego entre Loli y Enrique ha quedado atrás. Mientras él escribe el nombre de ella en el vaho de la ventana; ella anota el de Federico, el ingeniero que la arrastraba a la madurez. He aquí, quizá, una derrota, la de la joven que se ha doblegado ante la adultez.

Violeta Kovacsics. Crítica de cine, profesora y asesora de programación.

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