“La manía esa de trabajar”

Nacional III (1982)

«LA MANÍA ESA DE TRABAJAR»

Aunque el dicho proclame que “a la tercera va la vencida”, la realidad es que esto no se cumple siempre. Nacional III (Luis García Berlanga, 1982), última entrega de la trilogía del Marqués de Leguineche, tuvo una tibia recepción entre la crítica cinematográfica del momento y fue, de la saga, la que ingresó menos en taquilla. Sin embargo, suele suceder que a veces los críticos no estamos al compás que nos marcan las películas y, con los años, revisitar cierto cine nos permite ver que donde otros veían blanco o negro, hay una gran escala de matices grises que debemos estudiar.

Es curioso, cuando se escribe sobre clásicos del cine, ver que algunas obras se adelantan a su tiempo respecto a los temas que retrata. El miedo a que la llegada socialista al poder conlleve la revolución comunista, la fuga de capitales de los aristócratas y las clases altas, el más casposo y baboso machismo, o la nostalgia del régimen de Franco son, en Nacional III, motores de la trama y temas recurrentes; temas que, por desgracia, también son parte de la actualidad hoy en día. No obstante, no creo que aquí sea Berlanga el que se haya adelantado a su tiempo, sino que somos nosotros los que apenas hemos evolucionado en cuatro décadas.

Uno de los grandes aciertos de Nacional III es haber dotado de mayor importancia a Viti (Chus Lampreave), ama de llaves del marqués de Leguineche y ahora amante. Una excusa perfecta para ver a una Chus Lampreave pletórica interpretando el único atisbo de honradez y humanidad en una casa donde la bajeza moral luce por su omnipresencia. A estas alturas de la saga, la presencia de amantes e infidelidades es ya un lugar común del que ni ella puede escapar, pero su humanidad y la magnífica calidad como actriz de Lampreave es lo que hace que este tema sea capaz de conmovernos cuando ella rompe a llorar al ser rechazada en público, por enésima vez, por el marqués. Ella es el único poso de sinceridad que tiene el film y, por ello, el único títere que quedará con cabeza al finalizar la saga.

Y, si la infidelidad es un lugar común, el sexo y la cosificación femenina son… “pan de cada día”. Se acusa a esta tercera entrega de ser burda en las escenas sexuales, véase, por ejemplo, el limpiabotas-topless donde trabaja Segundo (Luis Ciges). Pero, realmente, aquí uno debería preguntarse: ¿acaso no son todas las secuencias sexuales de esta saga burdas? ¿No es totalmente infantil el gag de una actriz desnuda atada a los pies de la cama de Luís José (José Luis López Vázquez) en La Escopeta Nacional (Luis García Berlanga, 1978)? Quizá lo que sea difícil de aceptar es que todo clásico tiene sus sombras, y Berlanga no escapa de éstas. Desde el prisma actual, ciertos gags son altamente cuestionables, pero, dejemos las horcas y las antorchas, y pensemos en el contexto antes de lanzarnos a cancelar nada. Al igual que cuando vemos las bondades de un familiar y no recordamos sus chistes sin gracia de sobremesa, prefiero quedarme con personajes femeninos como Eugenia, en Patrimonio Nacional (Luis García Berlanga, 1981), o como Chus, en toda la saga, y no recordar unos gags onanistas que, al fin y al cabo, no dejan de ser el resultado de un humor del destape ya muy superado.

Es innegable que la película tiene algunos agujeros o saltos en la trama que harían rasgarse las vestiduras a cualquier purista. No obstante, el ritmo de la comedia tramada por Azcona y Berlanga es tan frenético que poco importan un par de baches en el camino cuando se está disfrutando del viaje. De lo único de lo que si debemos responsabilizar a la pareja de guionistas es de que este trajín de idas y venidas, gags y diálogos delirantes distrae, en ocasiones, de secuencias que, técnicamente, demuestran que Berlanga era un absoluto titán y un imprudente. Como ejemplo tenemos la secuencia de la estación de tren de Nacional III; un quebradero de cabeza a nivel producción donde el mínimo error conllevaría tener que rehacer todo. El resultado es una secuencia que debemos ver varias veces para contemplar la magnitud de perfección que se despliega ante uno.“¿Por qué te ha entrado esa manía de trabajar si en nuestra familia no ha trabajado nunca nadie y nos ha ido divinamente?”, se pregunta el marqués ante los intentos empresariales de su hijo. Una pregunta que, podríamos hacerle al propio Berlanga respecto a esta saga. ¿Por qué pintar este tríptico de crítica a la aristocracia, política y real, pudiendo filmar “que vienen las suecas”? Quizá fuese una corazonada del director que, viendo la Transición, adivinaba que décadas después muchas cosas serían igual, o puede que tan solo fuese un tema interesante. Poco interesan, en realidad, las conjeturas a este respecto; solo queda reivindicar que, si bien quizá sea la menor de la trilogía, Nacional III es una comedia en estado de gracia donde, como en la vida, debemos mirar con atención para que no se nos escapen los detalles.

Brais Romero Suárez. Programador y crítico de cine. Su tesis doctoral se centró en el estudio de la relación entre la lengua gallega y el cine gallego.

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