Prólogo de «El Chuli y otros cuentos de la tauromaquia»
Mis contactos con el mundo del toreo –quizá también con el mundo del cine– han sido muy escasos, aunque uno de ellos sería interesante para una posible autobiografía que, por cierto, quedará olvidada en mi cabeza.
A pesar de tener familiares con gran afición a los toros –mi tío Luis Martí fue íntimo amigo de Vicente Barrera, amigo también de Belmonte y crítico taurino en sus ratos libres, de Manolo Martínez y creo que también de Granero. Mis hermanos y casi todo el resto de la familia eran asiduos a las corridas, pero mi pasión se centraba en el fútbol.
Llegué a aplaudir a Montes, Cubells, a la famosa media Salvador, Molina, Amorós y , sobre todo, a la más famosa todavía delantera eléctrica: Epi, Amadeo, Mundo, Igoa y Gorostiza.
Pido perdón, pues, por prologar un libro sobre los toros. Pero dos cosas me han convencido para hacerlo. Primero, la calidad literaria del texto de Paco Calabuig, calidad ya reconocida, pero superada en cada libro escrito por este amigo de tantos entusiasmos. Y segundo, el poder avivar un recuerdo de mi juventud que, a pesar de ser confirmación de mi distanciamiento del mundo taurino, me permite haber vivido –unos veinte minutos, más o menos– un acontecimiento taurino que muchos de los aficionados a los toros me envidiarán seguramente. Se trata de mi presencia durante ese rato en una de las corridas más míticas de la historia taurina de la plaza de toros de Valencia, corrida en la que se concedió a los diestros doce orejas, seis rabos y cuatro patas. Esta apoteosis se debió a la genial actuación de Manolete, Arruza y Parrita, que tomaba la alternativa.
Conozco aficionados que tienen enmarcada su entrada. La mía se perdió en la acera, cuando tuve que salir de la plaza por la inquietud y angustia que me produjo estar contemplando el riesgo con posibilidad trágica, en medio de olés y aplausos. Esta inquietud la he manifestado siempre, pero, al menos, viví un acontecimiento histórico que, a veces, he comentado con mis amigos, pero, eso sí, fuera de la plaza.
Y si con todos estos prejuicios prologo este libro y, sobre todo, recomiendo su lectura, es porque lo he leído con fruición y, desde luego, he encontrado, gajes de mi ex oficio, capítulos que están pidiendo una película.
Luis García Berlanga
* Prólogo de «El Chuli y otros cuentos de la tauromaquia». Paco Calabuig. Avance D.P., Valencia, 2001.
Año
2001
Idioma
Español